Pasar al contenido principal

La Niña Lucila y un universo en ciernes

131° Aniversario del Natalicio de Gabriela Mistral

La Niña Lucila y un universo en ciernes

Publicado el 07/04/2020
Lucila Godoy Alcayaga, niña elquina.
Lucila Godoy Alcayaga, niña elquina.
El paisaje natural y humano de Gabriela Mistral en sus años infantiles es la remembranza que plantea este artículo con el cual nuestra unidad busca conmemorar no sólo a la mujer, sino también a la creadora de realidades a través de su discurso poético e intelectual.

Gabriela Mistral nació el 7 de Abril de 1889 en Vicuña, en el Valle del Elqui, "entre treinta cerros" como ella rememoraba. Fue bautizada como Lucila de María Godoy Alcayaga, según consta en los registros parroquiales de su ciudad natal. Sus padres fueron el profesor y artista popular Juan Jerónimo Godoy Villanueva, y la modista Petronila Alcayaga Rojas.

Su lugar de origen no es un dato menos, pues el paisaje de su infancia la marcará por el resto de su vida al punto de desarrollar una reflexión poética sobre el paisaje. Llegara a decir que la patria «es el paisaje de la infancia» y todo lo demás es insignificante a su lado. En este sentido, la vida de Mistral estará marcada por su relación con la tierra y el paisaje, lo que no es menor considerando que durante su vida en Chile no se reconoció su labor tanto como profesora, intelectual, poeta, ni su compromiso político.

Jerónimo Godoy Villanueva

El padre de Gabriela Mistral, quién también mantenía esa doble militancia entre la docencia y la poesía, nació el 12 de septiembre de 1857, en San Félix, Valle del Huasco, en una familia compuesta por su padre Gregorio Godoy, su madre Isabel Villanueva y dos hermanas. Vivió su niñez entre San Félix y Vallenar, para después, en su juventud ingresar al Seminario de La Serena con la idea de convertirse en sacerdote. Sin embargo, la docencia, pero en espacial el oficio de poeta, payador, violinista y cantor popular, lo alejaron del camino eclesiástico.

Sus derroteros de profesor rural lo transportaron a diversos territorios de las actuales regiones de Coquimbo, Atacama y Metropolitana. En Montegrande conoció a Petronila Alcayaga, mujer muy devota, nueve años mayor que él. Ese amor fue la más intensa razón para abandonar el Seminario. Se casaron y tuvieron a la pequeña Lucila entre las oraciones de ella y las canciones y poemas de él, en 1889. Mientras era director de la Escuela Superior de Niños de la localidad de La Unión, escribió un bello poema a su hija Lucila cuando era una bebé.

"Duérmete, Lucila, que el mundo está en calma,

ni el cordero brinca ni la oveja bala.

Duérmete, Lucila, que cuidan de vos

en tu cuna un ángel, en el cielo Dios.

Duérmete, Lucila, ojitos de cielo,

mira que tu madre también tiene sueño.

Ángel de la Guarda, házmela dormir

para que a su madre no la haga sufrir.

Ángel de la Guarda, cuídame a este lirio

que mañana al alba rezará conmigo.

Duérmete, niñita, duérmete por Dios

que si no te duermes me enojo con vos."

(Jerónimo Godoy Villanueva)

Gabriela Mistral lo recordaría: "Es absolutamente falso que mi padre fuese blanco puro. Mi abuela, su madre tenía un tipo europeo puro; su marido, mi abuelo, era menos que mestizo de tipo, era bastante indígena. La afirmación no es antojadiza. En dos retratos borrosos que tengo de él, la fisonomía es cabalmente mongólica, los Godoy es del Valle del Huasco tienen, sin saberlo, tipo igual. Digo sin saberlo porque el mestizo de Chile no sabe nunca que lo es. Quienes han visto las fotos de mi padre y que saben alguna cosa de tipos raciales no descartan ni por un momento que mi padre era un hombre de sangre mezclada".

Entre 1889 y 1891, la vida de Jerónimo transcurrió en un ir y venir hacia su hogar, hasta que finalmente no volvió nunca más. La ausencia del padre en su niñez, Gabriela lo describiría: "Todas las gentes del Valle me dieron el amor de él, porque todos lo quisieron por el encanto particular que había en su conversación y por la camaradería que daba, a quien se le acercase lo mismo a los más ricos que a los pobrecitos del Valle. En mi abuela, Isabel Villanueva, a quien los curas llamaban «la teóloga» había esta misma atracción que le daba un lenguaje gracioso, criollo y tierno".

Jerónimo Godoy continuó con su vida de docente trabajando en pequeñas escuelas rurales del valle del Huasco, Quebradita en La Serena y en los últimos años de su vida en Tierra Amarilla, donde enfermó gravemente de una neumonía. Murió el 30 de agosto de 1911, debiendo ser sepultado en el Cementerio de Copiapó, casi en indigencia.

Emelina Molina y Montegrande

A la edad de tres años, huérfana de padre ("el padre anda en la locura heroica de la vida y no sabemos lo que es su día"), Lucila vivió su niñez en Montegrande cuidada por su madre y su hermana mayor, Emelina Molina Alcayaga, hija de una relación anterior de su madre. Esta hermana, maestra rural, le enseñó las primeras letras y la educó con fervor. El poema "La Maestra Rural" de Mistral tendría en esta mujer excepcional su origen. A la edad de seis años, Lucila aprendió a leer. Un manual de Historia Sagrada fue uno de los primeros textos que cayó en sus manos: "Todo un chorro de criaturas judías inundó mi infancia".

La influencia de su hermana resultó determinante en su decisión de dedicarse a la enseñanza, suscitando un pensamiento pedagógico centrado en el desarrollo y la protección de los niños. La naturaleza y el paisaje del valle de Elqui, con sus "cien montañas o más", su río y sus huertos de árboles frutales, instauran su patria efectiva e indiscutible. Esta viva geografía marcó decididamente toda su futura lírica. A los 12 años surgió de este laberinto de lomas elquinas y se reasentó con su madre a la ciudad de La Serena. Conoció el mar en la costa coquimbana. Había terminado, a medias, sus estudios elementales.

Su carrera docente fue sumamente precoz. Empinando los 15 años de edad, en 1904, ya había sido nombrada ayudante en la Escuela de La Compañía Baja, y en 1908 se desempeñó como maestra en la localidad de La Cantera. Su ingreso a la Escuela Normal de Preceptoras de La Serena se vio frustrado debido a la resistencia que despertaron algunos poemas suyos en círculos conservadores locales, que los calificaron como "paganos" y "socialistas".

Empezó a hacerse una entusiasta y constante autodidacta. Buscó libros, aunque leyendo sin método ni idea alguna de jerarquía. Aprendió también de las gentes, de las cosas, de la naturaleza. Escuchó tardes enteras a las mujeres contadoras coquimbanas o serenenses decir sus cuentos y fábulas. De su abuela paterna (Isabel Villanueva) le vendría también un sentimiento religioso o espiritual del mundo a través de la diaria lectura de los Salmos de David.

Si había una preocupación central en la vida de Mistral, ésta era la infancia. Son tal vez las niñas y los niños chilenos los que evitaron que ella renunciara definitivamente a su apego por Chile y esto se nota en sus poemas. La ternura como un requisito de la belleza y la dignidad de la vida será un tema constante en su escritura, llegando a titular uno de sus libros como «Ternura». En esos poemas se mezcla la pena, la alegría y la sorpresa ante el mundo con la sencillez propia del mundo de la niñez cuyo efecto más propio es, de hecho, el enternecerse. La ternura es entonces la mezcla entre la pena y la alegría, un sentimiento contradictorio porque los niños pueden permitirse el ser frágiles y fuerte a la vez. Por eso no es casual que Mistral vea en la infancia el verdadero potencial de la patria, su esperanza.

En el marco de la tendencia modernista, del cual se piensa a Mistral como una de sus representantes, la poeta chilena logró ubicar a los marginados en toda su fortaleza y entrega, estos son, los niños y las mujeres. Para Mistral un país no se construye sólo con la fuerza de la masculinidad, sino también y sobre todo con la digna fragilidad de los niños y las mujeres, porque asumir lo frágil que se es, lo hace a uno más fuerte.


Referencia fotografía: Surdoc.cl. Retrato de Lucila Godoy.​Colección Museo Gabriela Mistral. Número de registro: 19-290 - Nº de inventario: D46-290